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Toda tuya…

Abrió la puerta y ahí estaba el, sonriendo… Me lanzó una sonrisa y agarró mi brazo y tirando de él me metió en su casa.

Hola preciosa ¿Cómo estás? – Preguntó – Si supiese que hacía años que no me sentía tan nerviosa, aterrada, después de tantos años de una relación tóxica, no me sentía preparada para sentirme deseada por nadie.

Llevaba más de una semana planeando cómo sería el momento, intentando planificar hasta cómo y cuándo me quitaría las bragas, sin ser consciente de que realmente el me las arrancaría. Intenté calcular cada momento para que todo fluyese con naturalidad y «no cagarla» cuándo la única forma de que todo fluyera era dejarse llevar. Tenía una inseguridad bárbara, me miraba mil veces al espejo, pensando en cómo meter la tripa para esconderla en el momento de desnudarme frente a él y pasé de postura tras postura frente al espejo para ver como ocultar mi voluminoso cuerpo, a realizar postura tras postura en su cama porque deseaba mi cuerpo.

Quiero disfrutar cada rincón de ti – Me decía – Quiero saborear cada parte que nadie saboreó y hacerte disfrutar como nadie lo hizo – Insistía -.

Más de una semana planeando, para que, con tan sólo poner su mano en mi mejilla, mirarme y empezar a besarme, todo se descolocara, ¡hasta mi potorro! El pobre parpadeaba, se humedecía y aplaudía, si, si, aplaudía.

De nuevo agarró mi mano y con esa maldita sonrisa, sin decirme nada, nos dirigimos hasta su cuarto…

Me temblaba todo, me sentía como una muñeca que sólo funcionaría si me estiraban de la cuerda ¡Pero tiró de ella! Estiró mis brazos hacia arriba y besando mi cuello empezó a quitarme mi camiseta, «cómo me gustas» sonreí, la cuerda empezaba a quedarse sin holgura, necesitaba que tirara otra vez. Me dio la vuelta y empezó a besar mi espalda, «eres especial, lo sabes ¿verdad?» – Me susurró al oído – dalee mi cuello y notando su respiración en él, abrazó mi cuerpo y sujetó mis pechos como si se fuesen a caer… Según puso sus manos en ellos suspiró, noté todo su aire en mi cuello y ahí empezó la magia.

Me besaba como si no hubiese un mañana, le notaba muy nervioso ¡como yo! me desnudó en un segundo, cuándo yo llevaba una semana planeando como quitarme tan solo las bragas. Me tumbó en la cama, se puso sobre mí a cuatro patas, me miraba, estiró los brazos en la cama y apoyó su pecho sobre el mío, seguía mirándome, seguía notando sus nervios… y le dije –«Bésame joder» empezó a recular hacia abajo sin apartar su maldita mirada pícara de mis ojos, empezó a besar mis muslos y de una forma muy delicada abrió mis piernas y se me cortó la respiración.

Entumecí mi cara, agarré con fuerzas las sabanas y no pude reaccionar ante esa forma de succionarme el coño, rompí el silencio con un gran gemido y pregunté de forma retórica… «Por dios, ¿qué cojones me estás haciendo» Ni se inmutó, no separó su boca ni un segundo de mi coño, pero no contento con eso, mordió mi clítoris de forma gradual en fuerza y una vez que lo tenía en su poder bajo su boca y sus dientes, empezó a darle tabitas con su lengua…. Jamás había disfrutado el sexo oral, pero el rompió mis esquemas, ¡joder que si lo hizo! consiguió no solo que rompiese con mi miedo y el silencio, sino también sacó mi lado más perverso, mi furia…

«No sabes el tiempo que llevaba desando que llegara este momento, ¡qué ganas tenía de comértelo!» fue lo primero que dijo nada más separar su boca de mi coño, pero yo no quería palabras, quería hechos, por lo que agarré su rizado pelo con mis manos y le llevé la cara de nuevo entre mis piernas y el sin parar de lamerlo y yo sin parar de gemir, llegó el primero…

Se acercó a mí y con todos mis jugos en su boca, me besó los labios, ¡QUÉ MOMENTAZO! Esa perversión traducida en un morreo con los jugos de mi orgasmo y nuestras babas…

Me dio la vuelta y apoyó su enorme pene en mi culo, tumbándose encima mía besó toda mi espalda sin soltar mi pelo, estirando cada vez más de él y haciendo más presión sobre mi culo con su pene hasta que hizo que fuese abriendo las piernas y doblando las rodillas y ahí noté su pene en mi coño… volví a suspirar, a gemir ¡qué sensación!

Notaba su sudor caer sobre mi culo, su respiración era exageradamente excitante y cada vez estiraba con más fuerza mi pelo, ¡Qué manera de acariciar mi coño con su pene! Contoneaba su cintura hacia mí, haciendo presión sin meterla. Empezamos a movernos los dos, el deseándome a mí, yo deseándole a él, o a su pene, no lo sé, pero me sentía una gata en celo deseando más y más y más. Cuánto más me hacía, más quería….

Recuerdo que en ese momento solté un «Joder no puedo más» y me dijo, «relájate preciosa, esto sólo acaba de empezar«

Y en uno de esos movimientos entró hasta dentro, pero cuándo digo hasta dentro, es hasta dentro…. Grité ¡OSTIA QUE SI GRITÉ! dejé caer mi cara sobre las sabanas, agarró mis caderas y me giró, «quiero verte esa carita mientras disfrutamos» se tumbó encima mía y de una forma muy suave y delicada empezó a follarme…

No preguntes porqué, pero empecé a llorar, se me caían las lágrimas de los ojos a la misma vez que mi coño chorreaba, se vino hacía mí y según me follaba no separaba sus ojos de los míos, ni yo de los suyos, eran dos imanes… besos y más besos sin cerrar los ojos, sin separar nuestras miradas, hasta que vi que cerraba sus ojos fuertes y fruncía su cara follándome con más intensidad y de forma inesperada, sus ojos empezaron a derramar lágrimas también… Continuaba la magia…

Sin parar ni un maldito segundo de besarme y aún con sus ojos cerrados, agarro mi cabeza y mi pelo y me invitó a incorporarme, ahí abrió los ojos, se sentó y dio palmaditas en sus muslos «ven, siéntate encima mía» – ¿Quién me diría a mí que después de una semana planeando como esconder mis kilazos de más delante del espejo sería capaz de sentarme en sus muslos?»

Pues ni lo pensé, abracé su cuello y me senté apoyando las rodillas sobre la cama. Me abrazó y de nuevo sin apartar su mirada de mi puso una mano sobre mi cintura y otra sobre mi pecho y fue empujándome hacía atrás. Apoyé mis manos en la cama y con mi espalda curvada empezó a besarme el pecho… Empecé a trotar de una forma muy suave y con mi coño medio al descubierto por la postura, empezó a hacer círculos con sus dedos en mi clítoris.

Ahí notaba al completo su polla dentro de mí, llevando yo el control y eso me hizo sentirme aún más perraca por lo que empecé a acelerar los movimientos y puse recta mi espalda para que entrara entera… «relájate» – me dijo – «soy todo tuyo, disfruta«. ¡Madre mía! qué manera de follarle, que placer notar toda dentro y galopar a mi antojo, que manera más bárbara de gemir, de gritar, de desearnos, de mirarnos, de no separar nuestras miradas y escaparse alguna sonrisa… volví a rodear su cuello con mis brazos y puso su cara en mis pechos besándolos con intensidad, y ahí, vino el segundo….

«Relájate«

Me tumbé en la cama boca abajo, agotada tras mi segundo orgasmo, se sentó a mi lado acariciando mi espalda, enredando sus dedos en mi pelo… paseando su lengua por mi espalda y bajando…. «¿Otro? » le pregunté – «¿no quieres más» – me contestó …

Con las mismas volvió a agarrar mis caderas y levantó mi culo, escupió en él y volvió a rozar su pene… ¡Madre mía! que hacía medio segundo estaba que no podía con más, y de repente mi culo vuelve a contonearse solo en busca de su polla….

¡Ñaja! para dentro… De nuevo sacó mi perra en celo, a cuatro patas incliné mi cabeza hacia arriba soltando un fuerte gemido a lo que el añadió «así me gusta mi niña, disfruta como te lo mereces» Giré la cabeza para mirarle y me guiño un ojo mientras me sonreía, yo también le sonreí y agarró mi pelo… estiró fuerte de él, y empezó a follarme duro, muy duro hasta que llegó el tercero…

Empapé la cama, empapamos nuestros cuerpos, de mis orgasmos y nuestro sudor de sexo duro y pasional, me contoneó como a una muñeca de trapo, me giró me cogió, hizo y deshizo conmigo lo que quiso, me tocó, me comió, me besó, me folló, me hizo el amor, me dio blando, duro….

Me tiró del pelo, me escupió, me penetró el coño con su pene y mi mirada con la suya, me sonrió, hizo que me retorciese de placer, me regaló un número de orgasmos no alcanzados jamás en mi vida sexual…

Me levantó de la cama y apoyó mis manos sobre la pared, separó mis piernas y me azotó el culo de una forma sutil y perversa y de nuevo empotró su pene en mi culo sin penetrarme, recorriendo todo mi cuerpo de besos…

Sin poderme moverme, ahí me quedé, con las manos y la cara apoyadas en la pared, abierta de piernas y como una esclava a su merced, mi placer dependía de él, mis gemidos provocados por él, mi goteo constante del coño por él, mi seguridad y tranquilidad…

Tras un buen rato empotrando mi culo me dio por reír, no podía más, estaba agotada y se lo hice saber, “no puedo más” se echó a reír, me sonrió y paró, me llevó a la cama y de nuevo se tumbó encima de mí, apoyando todo su cuerpo en el mío, me besaba los labios de la boca y me dijo “¿Satisfecha entonces mi niña?” asentí con la cabeza y acariciándome, besándome me folló más fuerte que nunca, hasta que esta vez, el gemido fuerte salió del… Apretó fuerte su pene dentro de mí, dejándolo dentro, dejando que saliese hasta la última gota, agarrando mi cuello fuerte, rugió… se corrió y ocurrió otra vez… orgasmos, magia y mucha complicidad.

Tumbándose a mi lado, apoyo su cabeza en mi pecho, pasando su brazo por encima de mía y se durmió….

Semanas de inseguridad, de posturas raras frente al espejo, de miedos e inseguridades, para reducirlo todo en “magia pura y dura” 

Conquista

HOY, DÍA DE LA VISIBILIDAD LÉSBICA, Cynthia Muntsa, una de nuestras chicas «teteras» nos regala este regalo erótico lésbico para que disfrutemos de el…

Llegué a casa tras el trabajo. Abrí la puerta y ahí estaba ella, esperando. Cerré la
puerta. Coloqué las llaves en su colgador. Solté el bolso y el abrigo y me dirigí hacia ella.

-¿Y ese traje? ¿Celebramos algo? – Le dije.

Se había puesto un traje de chaqueta, elegante, negro. Bajo ella una camiseta con decorados en encaje asomaba juguetona, dejando al descubierto parte de sus senos, esa forma redondeada que me vuelve loca.

-A estas alturas creo que y sabes lo que se «celebra» cuando me presento con esta elegancia.

Mientras sus labios deslizaban esas palabras redujo la distancia entre nosotras llegando a la mesa donde había dejado una copa y un vaso. Me ofreció el vaso y continuó con tono juguetón.

-Te he preparado una copa.
Me acercó el vaso, el cual cogí y acerqué a mi labios. Qué delicia. Pero no más que ella.

Acerqué mi cuerpo al suyo, mis labios a sus labios, y tras un pequeño beso discreto y un gracias deslicé mi mano por la solapa de la chaqueta apreciando el tacto de esta y la curva que realizaba al pasar sobre los pechos de esa diosa. El roce de mis dedos, incluso sobre la tela de la americana, provocaron excitación en ella, haciendo que su cuerpo se estremeciera y hundiera su cara en mi cuello.

Besó mi cuello, esa sensación era mi perdición. Una oleada de placer recorrió mi cuerpo, estremeciendo mi vientre y acelerando mi respiración. Dejé el vaso, necesitaba mis dos manos, necesitaba el máximo contacto con su cuerpo. Deslicé las manos por debajo de la chaqueta, encontrándome con la camiseta de encaje. El resto de la tela era de un tacto similar a la seda. La seda suele ser un material bastante frío, pero ahí, en contacto con su cuerpo, desprendía el mismo calor que ella.

Soltó su copa. El placer que la inundaba tampoco le permitía seguir con ella en la mano. Llevó su mano a mi rostro y con el dedo pulgar acarició mi labio inferior. Ese gesto me volvía loca, y ella lo sabía. Sin poder evitarlo besé su pulgar y lo dejé entrar en mi boca. Cuando salió sus labios estaban tan cerca de los míos que solo pude hundirme en ellos. Nuestras lenguas empezaron un baile de lo más excitante, placentero y húmedo.

Junto a los besos, las caricias se deslizaban por nuestros cuerpos. Nos deshicimos de la ropa, que limitaba nuestro contacto y nos dirigimos a la cama.

Me tumbé y ella se acomodó sobre mí. Al verla ahí, sobre mí, con su pelo envolviendo mi rosto, no pude evitar sonreír. Y ella me devolvió la sonrisa.

-Quiero comerte.page1image23608

Sabía lo que eso significaba. Quería comerme sí, pero quería comer, sobre todo, una parte concreta de mí. Empezó su recorrido de besos en mi boca, sobre mi sonrisa, y tras saludar de nuevo a mi lengua continuó por a comisura de los labios, el borde de la mandíbula, el cuello, cerca del lóbulo de la oreja, más cuello hasta recorrer la clavícula. Continuó por mis senos, saludó a mis pezones que ya estaban duros y pedían a gritos besos y mordiscos. Pero sólo le llevaron un leve lametón como saludo, porque su boca, su lengua, sus labios, continuaron el camino hasta mi cadera, mi ingle, y besaron y mordieron con ganas mis muslos.

Una vez ahí, acomodó su cuerpo y centró toda su atención el mi vulva. Con sus manos acariciaba mis muslos, subía a jugar con los pezones pero siempre volvía ahí, a mi clítoris, a mi vagina, a mi zona de placer máximo.

Besó con delicadeza mis labios mientras, entre beso y beso, deslizaba ligeramente la lengua entre ellos. Sentía mi cuerpo arder y mi sexo humedecerse. Mi clítoris empezó a creces y a pedir con ansia atención. Ella lo sabía, debía sentirlo, y le dedicó unos besos delicados. Sentí como sus dedos separaban mis labios externos dejando al descubierto tomo el esplendor de mi vulva. Lamió, succionó y besó cada parte, haciendo hincapié en las que provocaban que mi cuerpo se retorciera de placer. Y cunado creía que no podría ir más allá, deslizó sus dedos dentro de mi provocando el arqueo de mi espalda. Estaba totalmente entregada a ella. Ella placer era máximo, sentía que iba a explotar y así fue. El climax llegó a mi como una descarga provocando un baile de placer a mi cuerpo, tras el cual, como una onda espansiva, retazos de esa descarga seguían desencadenando colvulsiones en mí. Mientras seguía llamando a esas ondas con el suave tacto de sus dedos en mi clítoris, lento, sin presión, su cuerpo ascendió para fusionarse con el mío y en su cara pude ver esa cara de satisfacción por haber conquistado mi ser.